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El Banquete de Xipe Totec

La Llamada del Desierto

En San Sangre, un pueblo olvidado en el desierto de Chihuahua, el culto a Xipe Totec, el dios asteca de la renovación y la piel esfolada, seguía vivo. Descendientes de una seita que escapó de la colonización española, los habitantes realizaban rituales secretos en cavernas bajo las dunas, ofreciendo carne humana para renacer más fuertes. Dona Luz, una curandera de 90 años con piel como cuero seco y dedos temblorosos como arañas, lideraba el culto. Decía escuchar a Xipe Totec en sueños: “Dame la piel, dame el sangre, dame el dolor”. Quienes desobedecían amanecían esfolados vivos, colgados en cactos como ofrendas al sol.

En 2025, cuatro mochileros brasileños, Ana, Thiago y los gemelos Caio y Clara, llegaron a San Sangre por error tras un fallo en su GPS, buscando un festival folclórico. Encontraron un pueblo silencioso, con un zumbido de moscas y un olor dulce a podredumbre. Dona Luz, en un mercado de hierbas y amuletos de hueso, los invitó a un “festival” en una caverna al anochecer, dándoles un mezcal sedante. Borrachos y confiados, aceptaron sin sospechar.

El Sacrificio en la Caverna

La caverna, iluminada por tochas que apestaban a carne quemada, estaba llena de moradores con máscaras de piel humana cosidas con tendones. El suelo, cubierto de huesos molidos y tierra roja, era pegajoso. Un ídolo de Xipe Totec, tallado en obsidiana con ojos de globos oculares preservados, dominaba un altar de piedra. Los mochileros, aturdidos por el mezcal, no notaron las cuerdas de agave que les ataron. Dona Luz, con una capa de pieles humanas, levantó una faca ceremonial.

Clara fue la primera. La acostaron en el altar, y Dona Luz cortó la piel de su rostro en una sola pieza, como pelando una fruta. Clara gritaba, pero los cánticos guturales de los cultistas ahogaban su voz. El sangre bañaba el altar mientras cortaban su pecho, arrancando pulmones aún pulsantes para ofrecerlos al ídolo, que parecía brillar. Caio, viendo a su hermana esfolada, intentó resistir, pero un cultista sin ojos, con órbitas cosidas, le clavó un gancho en el hombro, desgarrando tendones. Le cortaron los dedos, triturándolos en un mortero para mezclar con mezcal, mientras él convulsionaba.

El Renacimiento de Xipe Totec

Ana y Thiago intentaron huir, pero tropezaron en restos de víctimas: intestinos, ojos aplastados, uñas arrancadas. Ana fue capturada por cultistas con máscaras de rostros humanos, cuyos ojos aún parpadeaban. La arrastraron a un pozo donde una masa pulsante de pieles cosidas, moviéndose como una criatura viva, vomitaba sangre coagulado. Ana fue lanzada dentro, y la masa la disolvió, sus huesos crujiendo mientras gritaba. Thiago, reservado para el “renacimiento”, fue esfolado desde las piernas, con tiras de piel cosidas a la masa del pozo, que tomaba forma humana con ojos múltiples y brazos deformados. Al abrirle la barriga, sus intestinos fueron masticados crudos por los cultistas, que creían transferir su fuerza vital.

Al amanecer, la masa se alzó como una criatura de pieles cosidas, con rasgos de Thiago, Clara, Ana y Caio, pulsando con vida profana. Dona Luz lo llamó “Nuestro Señor Esfolado”, pero el monstruo, ingrato, la devoró entera en segundos, triturando sus huesos. Los cultistas huyeron, pero la criatura los destrozó, arrancando gargantas con uñas de hueso. San Sangre quedó desierta, la caverna sellada por deslizamientos. En noches sin luna, la criatura de pieles recorre el desierto, buscando carne. Los turistas en Chihuahua oyen cánticos y sienten toques pegajosos, encontrando pieles humanas en cactos, aún calientes y pulsando.

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