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La Novia del Osario

El Pacto de Doña Xóchitl

En un pueblo perdido entre las montañas de Puebla, donde el viento susurra con el sonido de huesos que chocan, vivía Doña Xóchitl, una bruja temida de 70 años. Su cabaña, cubierta de musgo y decorada con huesos de pájaros, era un lugar que incluso los más valientes evitaban. Su piel, lisa como obsidiana, y sus ojos, brillantes como estrellas apagadas, parecían desafiar el tiempo. Los rumores decían que su juventud provenía de un pacto con el Cemitério Vivo, una entidad antigua que habitaba los huesos de los muertos del pueblo, un organismo vivo y pulsante bajo la tierra.

Xóchitl ofrecía “casamientos de huesos”, rituales oscuros para curar enfermedades o cumplir deseos, pero siempre a un costo: un sacrificio humano. En 2025, una plaga devastaba el pueblo. La piel de los habitantes se agrietaba, liberando gusanos que los devoraban desde dentro. Alma, una joven de 19 años, llevó a su madre moribunda a la cabaña de Xóchitl en busca de salvación. La bruja, con una sonrisa que mostraba dientes afilados como cuchillos de piedra, dijo: “Puedo salvarla, pero tú debes convertirte en la novia del Cemitério Vivo”. Desesperada, Alma aceptó, sin imaginar el horror que le esperaba.

El Ritual en el Osario

A medianoche, bajo un cielo donde las estrellas parecían ojos vigilantes, Xóchitl llevó a Alma a un osario subterráneo. La caverna estaba llena de arcos y altares hechos de huesos humanos, todos brillando con una luz verde enfermiza. En el centro, un pozo de tierra negra burbujeaba como carne viva. Xóchitl cortó la palma de Alma con una daga de obsidiana, mezclando su sangre con cenizas de huesos triturados, y entonó cánticos en náhuatl que hicieron temblar el suelo. “Serás la esposa eterna”, susurró la bruja, mientras el aire se llenaba de un hedor a podredumbre y azufre.

Entonces, el Cemitério Vivo emergió del pozo: una masa grotesca de cráneos rotos, fémures torcidos y costillas que se movían como patas de araña, envuelta en una membrana de carne podrida que goteaba pus negro. No tenía rostro, solo un agujero con ojos humanos flotantes que lloraban sangre. Alma gritó cuando la entidad la envolvió, clavándole espinas de hueso que perforaron su piel hasta los músculos. Los huesos rasgaron su abdomen, arrancando sus intestinos y uniéndolos a la membrana viva. Gusanos surgieron del pozo, entrando en sus heridas, devorando su carne y reemplazándola con una sustancia gelatinosa que latía al ritmo del Cemitério.

La Verdad Macabra

El horror alcanzó su clímax cuando Xóchitl, riendo como hiena, reveló que el ritual no salvaría a la madre de Alma, sino que era una ofrenda para mantener su propia juventud. La madre, traída al osario, fue atada junto a su hija. Los huesos del Cemitério Vivo abrieron su pecho con un crujido, arrancando su corazón, que fue triturado por cráneos animados mientras ella gritaba, sus pulmones colapsando en un charco de sangre y bilis. Xóchitl bebió la sangre, y al cortar su propia piel, mostró que también era parte del Cemitério: su carne se deshizo, revelando un esqueleto vivo cubierto de tendones que se retorcían como serpientes.

Alma no murió. Transformada en la Novia del Osario, su piel fue reemplazada por una colcha de huesos y carne de víctimas pasadas, sus ojos por orbes de hueso pulido que veían las almas atrapadas en el osario. Ahora, esclava de Xóchitl, atraía a más jóvenes al osario con falsas promesas de curación. Cada víctima era desmembrada: piel arrancada con ganchos, ojos aplastados en líquido viscoso, órganos cosidos a nuevos cuerpos para la entidad. El pueblo colapsó, sus habitantes disueltos en gusanos que formaban nuevos osarios. Hoy, la selva de Puebla está viva, con árboles que sangran y raíces de hueso. Xóchitl y su Novia del Osario aún vagan, cazando a quienes se aventuran en las montañas. Si escuchas huesos resonando en la noche, no mires atrás: el Cemitério Vivo podría reclamarte para su próximo matrimonio.

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