Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors
Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors
Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

El Pozo de los Lamentos

El Misterio del Pozo

En una aldea olvidada en los pantanos de Tabasco, donde el aire denso parece asfixiar y los mosquitos susurran lamentos, un antiguo pozo sellado con tablas podridas y cadenas oxidadas dominaba la plaza central. Los ancianos lo llamaban El Pozo de los Lamentos, un portal al Mictlán, el submundo asteca donde vagan los Cihuateteo, espíritus de mujeres muertas en partos sangrientos, ahora deformadas por la rabia, con cuerpos retorcidos y hambre de venganza. Nadie se acercaba al pozo tras el atardecer, cuando gritos desgarradores resonaban desde sus profundidades.

En 2025, cuatro jóvenes influencers mexicanos llegaron al pueblo: Karla, una vlogger de 22 años obsesionada con leyendas urbanas; Diego, un fotógrafo de 24 años atraído por lugares abandonados; y los gemelos Sofi y Leo, de 20 años, expertos en lives de “caza de fantasmas”. Ignorando las advertencias de Don Efrén, un anciano ciego que hablaba de “mujeres que lloran carne”, rompieron las tablas del pozo al anochecer, bajo un cielo sin estrellas donde el aire vibraba con un zumbido de mil voces gimiendo.

El Horror en las Profundidades

Karla descendió primero, sujeta por una cuerda, con una cámara y una linterna. Las paredes del pozo, húmedas y cubiertas de musgo negro que parecía latir como venas, la envolvieron en un frío mortal. A diez metros, su linterna iluminó grabados astecas: mujeres sin piel, con vientres abiertos de los que salían fetos deformados moviéndose como arañas. De pronto, la cuerda se aflojó, y Karla gritó de dolor. El drone captó la escena: una figura femenina con cabello largo y ojos vacíos clavó garras de hueso en su abdomen, desgarrándolo. Sus intestinos se deslizaron, humeantes, mientras la Cihuateteo lamía la sangre con una lengua bifurcada llena de espinas. Karla, aún viva, sintió sus órganos devorados, mientras la criatura aplastaba su útero, liberando un líquido negro que apestaba a muerte.

Diego, en pánico, intentó tirar de la cuerda, pero esta volvió cubierta de una sustancia viscosa mezclada con trozos de carne. El drone, aún transmitiendo, mostró decenas de Cihuateteo escalando las paredes, sus cuerpos de carne podrida y huesos rotos, con fetos animados colgando de cordones umbilicales pulsantes. Una alcanzó a Diego, metiendo los dedos en su boca y arrancándole la mandíbula en una explosión de sangre y cartílago. Mientras él gorgoteaba, la criatura extrajo su lengua y la cosió en su propio rostro, formando una boca que gritaba en náhuatl: “¡Dennos sus hijos!”

El Abrazo del Mictlán

Sofi y Leo intentaron huir, pero el suelo de la plaza se agrietó, y manos esqueléticas los arrastraron al pozo. Dentro, el Mictlán se reveló: un abismo de carne viva, con paredes de cuerpos fundidos que latían como un corazón gigante. Las Cihuateteo los rodearon, sus rostros sin piel mostrando dientes afilados. Sofi fue la primera: le abrieron el pecho con garras, arrancando su corazón y aplastándolo contra el suelo, donde larvas negras nacieron y se metieron en sus piernas, devorando su carne desde dentro. Sus huesos se quebraban solos, animados por una fuerza profana, mientras Sofi gritaba, disolviéndose en una poça de pus y sangre.

Leo sufrió el peor destino. Atado con cordones umbilicales vivos que se clavaron en su piel como gusanos, las Cihuateteo inyectaron una sustancia viscosa en sus venas, haciendo que su carne se hinchara y explotara en heridas de las que salían fetos deformados llorando con voces humanas. Uno, con el rostro de Karla, mordió su cuello, arrancando la tráquea y bebiendo su sangre. Las criaturas abrieron su abdomen, cosiendo sus órganos a sus propios bodies, formando un mosaico de carne viva. Leo, atrapado en un estado de casi-muerte, sintió su alma absorbida por el Mictlán, condenada a ser devorada y regurgitada eternamente.

La aldea amaneció en silencio. El pozo fue sellado, pero los habitantes comenzaron a desaparecer, absorbidos por el Mictlán. Hoy, se dice que el drone sigue transmitiendo desde el submundo, mostrando a las Cihuateteo danzando con la piel de los jóvenes, sus fetos cantando lamentos. En noches de tormenta en Tabasco, los llantos y el olor a carne podrida emergen de los pantanos. Si te acercas a un pozo, sentirás manos frías tirando de tus pies, y si miras abajo, verás tu propio rostro, sin piel, llorando desde el abismo.

Post anterior
Próximo post

Creepnet

Strange Content Creator

Leave a Comment

O seu endereço de e-mail não será publicado. Campos obrigatórios são marcados com *

Related Posts